El siguiente texto (autoría propia) se publicó originalmente como prólogo de la primera edición en español de Amor fati (Siruela, 2021), la histórica colección de ensayos escritos por Abel J. Herzberg en 1945, pocos meses después de su milagrosa liberación del campo de concentración nazi de Bergen-Belsen.


Abel Jacob Herzberg (1893-1989) fue un abogado y sionista holandés nacido en Amsterdam en el seno de una familia de emigrantes judíos rusos. Entre el 11 de enero de 1944 y el 9 de abril de 1945 estuvo prisionero con su mujer en el campo de concentración alemán de Bergen-Belsen, entre Hamburgo y Hannover, según él «uno de los centros de tortura más terribles jamás concebidos por el espíritu humano». Los ensayos que forman parte de este libro, escritos un año después de la liberación, son una breve crónica de sus experiencias como prisionero, pero, sobre todo, una reflexión sobre los motivos que pudieron llevar a los nazis a cometer un atentado tan grave contra la humanidad.
Inicialmente, Bergen-Belsen no era un campo de exterminio como Auschwitz o Sobibor, sino un campo de intercambio. Los nazis querían disponer de un grupo de judíos de élite para eventuales intercambios por prisioneros alemanes capturados en el extranjero. Cuando Herzberg llegó a Bergen-Belsen, las condiciones eran todavía más o menos aceptables. Los barracones no estaban desbordados, la comida era razonable, y no les afeitaban la cabeza a los prisioneros, como en otros campos. Pero en el transcurso de la guerra, Bergen-Belsen se acabó convirtiendo en un teatro de los horrores. En 1944 y 1945, ante el avance de los ejércitos inglés y americano por el oeste, y del ruso por el este, los alemanes trasladaron a Bergen-Belsen a decenas de miles de prisioneros de otros campos. Las raciones de comida empezaron a menguar e incluso llegaron a suprimirse por completo. Hubo casos de canibalismo, y los que no morían de hambre sucumbían al tifus.
En septiembre de 1945, casi seis meses después de la liberación, Herzberg volvió por fin a Holanda y retomó su trabajo de abogado. Su nuevo socio, Rients Dijkstra, era a la sazón accionista mayoritario y redactor jefe del Groene Amsterdammer, un influyente semanario de opinión holandés. En agosto había empezado en Alemania el proceso por los crímenes de guerra cometidos por los nazis. Entre los procesados estaban Josef Kramer, comandante de Bergen-Belsen, y algunos de sus esbirros, a quienes Herzberg había conocido personalmente. Herzberg le dijo a su socio que el Groene Amsterdammer debía publicar un artículo con un enfoque distinto sobre aquel proceso, un ensayo que no se limitara a demonizar a los nazis y enumerar los horrores que habían cometido —que era la tendencia general en aquel momento, a medida que iba saliendo información a la luz y se difundían las escalofriantes filmaciones realizadas en los campos de concentración por los ejércitos inglés y americano durante la liberación—, sino que también profundizara en las causas que llevaron al ser humano a tal grado de depravación.
Dijkstra le pidió a Herzberg que lo escribiera él mismo, y, lo que inicialmente iba a ser un artículo, acabó siendo una serie de siete ensayos que más tarde, en noviembre de 1946, se publicaron en forma de libro.
Más allá del valor histórico de este testimonio escrito nada más terminar la guerra —en un momento en que todavía no se habían estudiado de forma científica ni se habían conceptualizado los crímenes de los nazis desde un punto de vista historiográfico—, hay dos cuestiones que lo diferencian de otras crónicas de supervivientes del Holocausto.
Por un lado, fiel a su propósito de observar a los nazis como seres humanos, Herzberg subraya que, bajo determinadas circunstancias, lo ocurrido en Alemania podía haber ocurrido en cualquier otro sitio. Los nazis no eran meros criminales —aunque también hubiera algunos entre ellos—, sino personas corrientes. Teníamos que buscar en nuestro interior, porque su maldad estaba dentro de todos nosotros. Según explica Arie Kuiper —el biógrafo de Herzberg— en una entrevista aparecida en NRC Handelsblad en 1997, «al afirmar que no le podían reprochar nada a nadie, Herzberg les arrebató a los judíos el derecho a manifestar su ira». Lo que tenía que hacer el pueblo judío era abrazar su destino: amor fati. Herzberg era un polemista, un hombre que remaba a contracorriente. Por ese motivo, entre otros, no era una persona especialmente querida en su propio círculo.
Y la segunda cuestión diferencial de los ensayos de Herzberg sobre Bergen-Belsen es su interpretación psicohistórica del Holocausto. La persecución de los judíos por parte de los nazis sería, según él, la enésima versión del fratricidio de Caín. Los nazis representan al hombre pagano —el primogénito desde un punto de vista histórico—, cuyas libertades y privilegios se ven limitados con la llegada del hombre monoteísta —el hermano menor—, representado por el pueblo judío. De forma muy resumida, ésa es la teoría que defiende Herzberg en «Amor fati», el último ensayo de la serie, que da título al libro. En el Holocausto habría intervenido, por tanto, un componente psicológico intrínseco al ser humano.
A pesar de su relevancia histórica y su valor como testimonio directo, hasta 1997, año en que se publicó por primera vez en alemán, Amor fati solo estuvo disponible en la edición original en neerlandés. Luego llegaron las traducciones al italiano (2004), el hebreo (2005) y el inglés (2016).
Con esta edición en español, este importante documento se pone por primera vez al alcance de la amplia comunidad hispanohablante, tanto para investigadores que quieran aproximarse al texto con una mirada científica, como para aficionados al género ensayístico y la historia que deseen descubrir nuevos aspectos del Holocausto.
Bussum, enero de 2021